jueves, 3 de diciembre de 2015

¿ Qué hora es por allí?


¿Recuerdas aquella serie a la que estaba tan enganchado?
Creo que era tu compañía lo que la hacía buena.
Se va a quedar a medias, como mi vida.

Estoy anclado en un capítulo que se repite,
despierto y no estás,
lloro sin lágrimas
y digo algo en voz alta sobre el fracaso.
Luego me masturbo,
nunca pienso en ti,
me da vergüenza manchar el amor.

Sin ti soy una abeja en una flor de plástico.

Lo jodido es cuando uno echa de menos
esas cosas que antes le ponían enfermo.
Tus retrasos, por ejemplo.
Ahora me visto y añoro hasta el dolor
de no tener que esperarte.
A veces, incluso, me siento en el sofá
y calculo de memoria cuánto tardabas
en alisarte el pelo,
o en colocarte tres vestidos
para acabar poniéndote el de siempre,
solo entonces salgo a la calle.
También es sin ti,
pero el reloj no lo sabe.

De vez en cuando le doy al play a mi vida
y te quedas tirada en mitad del destino
y vivo sin ti y muero por otra
y ensucio tu nombre con otra saliva
o hinco mis piernas al sabor de otras olas.
A veces sonrío aunque no lo creerías,
o canto en la ducha y le bailo al espejo
y digo te quiero después de un orgasmo
o hago promesas que no cumpliría,
a veces parece que tú no existieras.

Luego rebobino y apareces de nuevo.
Pidiendo disculpas,
rogando una copa,
diciéndome aquello de amor para siempre,
jurando que nunca te irás de mis labios,
dejando tu olor pegado a mi cuerpo,
lamiéndome heridas que llevan tu nombre.

Yo le doy al pause antes del te amo
y vivo una vida que ya no es la mía.

No se puede evitar lo que nunca se olvida.

Por eso estoy aquí, sentado en el sofá que tú misma elegiste,
con toda la impaciencia que me cabe en el pecho,
vestido de idiota para el cumpleaños de Ainara
fingiendo que aún vas por el segundo vestido,
el cabello rebelde
y un espejo farsante.

Y que vamos a llegar tarde, como siempre.

viernes, 28 de agosto de 2015

Asfixia



Respirar es alejarme de tu coño.
Suena horrible pero así es la inercia
cuando es sin ti.

También puedo decirte cómo es el cielo,
aunque me lleven la contraria
los veraneantes que piensan que vacaciones es vivir.
Como si hubieran estado contigo.
Como si la vida dependiera de el azul del cielo
y de lo profundo del oceáno.
Como si una butaca con vistas a la orilla
donde dos italianas juegan a pervertir las olas
pudiera compararse a verte sonreír después de robarte
un beso y las gafas de sol.

Besarte con ellas puestas era como besarme a mí mismo.
Y yo nunca me he querido.

Respirar lejos de tu boca
es insultar al mismo viento.
Que por cierto, hace menos viento
desde que no te pones falda.
No lo llamaría ni brisa.
Y me la suda que los tendederos al moverse
parezcan banderas de un país de donde no quiero ser,
que al agitarse dieran la impresión
que pudieran llover las braguitas de cualquiera,
porque siempre será cualquiera si no eres tú.

Respirar lejos de tu nuca
es como soplar las velas
de cada año que no pasé contigo.
Como descumplir todos los deseos a la vez.
Horrible, como toser en un suspiro.
Estúpido, como suspirar en un recuerdo
que ni sabes olvidar porque no puedes
y no debes recordar porque suspiras.

Asfixiarte, a eso se parece respirar sin ti.
A bolsa de plástico en la cara.
A mano en la nariz del enemigo.
Al pie de tu sombra sobre el pecho.

A  la maldita alergia al polvo
que se acumula sobre tu nombre
en el mueble del salón.
A no saber limpiarlo sin borrarte.
A no tener los cojones de volver a escribirlo
sin  parecer a la vez que te llamo en voz alta
pero sin aire.
Como si me ahogara yo mismo
y tú tuvieras la culpa.

Inercia, de esto se trata el vivir sin ti,
aunque el vivir no signifique vida
y la vida no se traduzca en aire
y el aire no sepa de vientos
ni el viento vuelva a aparecer
hasta verte de nuevo con falda.

Entonces tal vez vuelva a respirar,
respirar de verdad,
aunque me falte el aire.

jueves, 11 de junio de 2015

Agárrate fuerte y volemos


Quería contarte un secreto: Te quiero.
Pero no un te quiero para no odiarme a mí mismo.
Tampoco un te quiero para quererme contigo,
un te quiero para quererme por ti.
No un te quiero de ropa por el suelo,
ni de cielo sin tu boca,
ni de boca para fuera.
Un te quiero desde dentro y hasta el fondo.

Un te quiero de verdad,
de los de duele.
De formar una familia,
de familiarizar nuestras formas.
Un te quiero con carencia de equipaje,
no sé si me entiendes.
Sin viaje de vuelta,
a no ser que la vuelta
sea volverme contigo.

Un te quiero de quedarme
y que te quedes,
de cicatrices a besos
y de lunes con cosquillas.
De resbalar por la espalda
y columpiar por la nuca.

No un te quiero de coño en la boca
(aunque también).
No un te quiero de fóllame hasta el alma
(pero ojalá).
Un te quiero de vestida estás más guapa
y desnuda estás más puta.
De no saber si pagarte
o pedirte matrimonio.

De esos,
de retumbar
y escalofríos.
De tormentas en mis brazos
y relámpagos en el pecho.
No un te quiero de disculpas.
No un te quiero de reloj y calendario.
Un te quiero desde ahora y hasta siempre.

Un te quiero de ¡Joder, cuánto te quiero!
Y que de tanto querer estoy jodido
si no me quieres tú como te quiero.

No un te quiero de París ni de Venecia,
a mí me bastas tú en el paisaje.
Ni siquiera el mar me es necesario,
puedo desaprender a nadar si me lo pides,
yo solo me ahogo sin ti,
estoy seguro.

Un te quiero con estrías,
de llorar haciendo ruido,
de reír sin taparse la boca.
Un te quiero sin bostezos
y sin insomnio.
Un te quiero de dormir hasta las tantas
y despertar solo contigo.

Un te quiero de ahora, de ya y de ven,
de envejecer de la mano,
de descumplirnos las décadas,
de suspirar los deseos
que se cumplen al besarnos.

Quería contarte un secreto: Que te quiero.
pero he pensado que mucho mejor que decírtelo
va a ser conseguir que tus ojos lo vean.

lunes, 8 de junio de 2015

Consumir preferentemente antes de que me olvides

Me ha atado las manos por detrás de la cabeza,
dice que me va a robar todas las caricias
que no le di pensando en otras.
Que ya es tarde,
que llevo diez años de retraso,
que el tipo aquel del asiento de atrás
de un coche que apestaba a abandono
debía ser yo y no un aprendiz
de agarrar la cabeza.

Dice también que yo no le voy a agarrar la cabeza.
Que jamás la veré debajo de mi cintura.
Que le duelen las rodillas de buscar el amor
y le duele el amor de doblar las rodillas.
Que a estas alturas de su vida, ya sabe
que el amor ni se busca ni se dobla,
solo se rompe,
o llega tarde.

Muerde justo donde debía haber un corazón.
Se asegura del latido y abandona.

Tiene el pelo hecho del viento
que levanta las faldas de todas las mujeres
y el ánimo de todos los hombres.
Yo sigo creyendo que soy un hombre.
Ella lo duda.

Podría hacer cosquillas pero duele.
La última vez que dijo te quiero
estaba frente a un espejo
y era mentira.

Da un largo trago
de algo que hay en la copa de la mesita,
luego lame mis cicatrices como
si tuviera el poder de abrirlas de nuevo
y me cose un beso sin lengua
donde me sobra el amor.

Estoy desnudo.
Ella sigue vestida.
Parece invierno si la miras a los ojos.
Juraría cada vez que se aproxima
que se avecina una tormenta.
Y yo nunca juro en falso.
Las promesas son otra historia.

Me clava las isobaras en el vientre,
me  llena los párpados de nubes grises,
secuestra al sol de entre mis piernas
y relampaguea con fuerza por mi rostro
hasta que su saliva
tatua una lluvia interminable
que me baja desde el cuello
hasta la orilla.


Soy un charco que refleja su sonrisa.
Una ola que se rompe en mi pasado.
Una gota de sudor de su mejilla.

Me habla de otros, esa es su tortura.
Todo el masoquismo le cabe entre los labios.
Se sienta en una silla
y me cuenta las veces que ha reído sin mí,
hace un balance alfabético por los hombres de su vida,
dobla mi ego hasta que decido abandonarlo,
ella lo recoge con asco, al borde de la cama
y lo lanza lejos de mi vista.

No lo vas a necesitar. Dice.
Yo diré cuándo estás guapo. Y ríe.
Y su risa a pesar de todo
es lo mejor que me ha pasado
en la última década.

- Diez años tarde, hijo de puta.
- Pudimos haber sido tan felices.
Habla ella pero es mi voz
la que suena desde el fondo.
El mismo reproche,
la misma garganta.
La misma cara de idiota
que en las fotos.

Desata el nudo de mis manos
como si la libertad fuera parte de la condena,
me hace cerrar los ojos,
sé que no estará cuando los abra.
Lleva diez años ocurriendo lo mismo.

Diez años dejándome su recuerdo a los pies de la cama,
su olor en un rincón de mi memoria,
su boca en lo más intimo de mis sueños,
sus manos en la dura batalla
contra la nostalgia.

Diez años desde que opté por el camino
contrario a su cintura,
dejando su culo sentado en un banco,
donde nunca nadie más ha esperado un beso,
y al que acudo cada ocho de junio
para que su lluvia
me humedezca los recuerdos.

sábado, 23 de mayo de 2015

Segundo vuelo




Ya están ambos libros esperando a volar sin mí. A través del correo deflotaryotrosvuelos@gmail.com se resuelven todas las dudas.

jueves, 23 de abril de 2015

No, no quiero



Cuentan que estabas tan guapa,
que absolutamente todos
creyeron de nuevo en el matrimonio.

He repasado nuestras fotos,
mi vida lejos de tu piel
es como si alguien de repente
pusiera de fondo mi voz grabada.
No me reconozco sin ti.

Imagino a tu madre sonriendo a las mesas,
a tu sobrina metiendo los dedos en la tarta,
a tu padre borracho buscando un baile
con la chica con el vestido más corto.
Intuyo que no tiraste el ramo,
que la liga te la dejaste arrancar de madrugada,
que has elegido Venecia para que se hunda el pasado,
mientras un gondolero fornido,
te desnuda sin piedad
en un rincón de sus sueños.

Yo, ya un cualquiera,
te acepto a ti como mi mayor fracaso,
echarte profundamente de menos
en lo próspero y en lo adverso,
en la pobreza y en la miseria,
en el dolor de tu ausencia
y en esta enfermedad de mi nostalgia,
todos los días de mi muerte,
hasta que la vida nos separe.

No te recuerdo de blanco,
ni siquiera en lo más intimo de tu piel,
tampoco memorizo que alguna vez me dijeras
que querías ser princesa,
no iba contigo tanta elegancia,
tanto desfile entre lo pasional y lo pactado.
A ti que tenía que llamarte puta tres veces
para que llegaras al orgasmo.
Tres veces, como invocando al diablo
para que aparecieras tú.

He brindado por ti en la terraza,
entre macetas que asocian la primavera
con tus dedos,
al fin y al cabo no puedo reprocharte nada,
la vida está llena de caminos
y yo para ti solo era una isla en mitad de ellos,
un área de descanso,
una gasolinera antes de la autopista.


Tú tenías hambre y yo sed,
tú una colección de  sueños,
yo un aval interminable de promesas,
tu cosquillas en los besos
y yo lágrimas en la lengua.
Estábamos hecho el uno para los otros
y lo otros siempre eran mejores que yo
y las otras nunca han llegado a parecerse un poco a ti.

A ti y a ese corazón que no te cabía en el pecho
y  esos pechos que no te cabían en las manos
y esas manos donde mi vida bailaba
y esa vida que ya no aceptaba otro baile.

Te imagino aceptando el anillo
ante un cura que hubiera cambiado de profesión
por resbalar por tu escote.
Jurando fidelidad como si nunca
me hubieras conocido.
Firmando sin temblar en un libro
que jamás hubiera aceptado mi nombre.

Recibe ese anillo en señal de tu desamor
y mi infidelidad,
en el nombre del padre (que no fui),
del hijo (que no tendremos),
y del espíritu santo.

Supongo que es hora de besar la derrota.

Poeta,
ya puedes olvidar a la novia.    

jueves, 26 de marzo de 2015

Por si las dudas

Antes de irte, recoge mi fracaso.
Tiende al sol esta pena de no saberte conmigo.
Finge mientras sales por la puerta,
algo similar a una tragedia.
Dí una frase inolvidable.
Haz ruido al bajar las escaleras,
como si lloviera en los peldaños.

Antes de irte, procura que no sea primavera.
Que no quede en las perchas,
ningún vestido con el que disfrazar tu ausencia.
Que estén abiertos los bares,
que sea cerrada la noche,
que esté apagada la luna
y no te siga mi sombra.

Intenta dejar más de una herida,
una planta sin regar,
un por si acaso en la cornisa.

No abandones mi ego en un previsible hasta nunca.
Retira todas las canciones de los azulejos del baño.
Acaba también con la bombona,
que cuando esté tiritando
grite tu nombre y no estés.

No dejes huellas, ni pelos,
ni luces, ni polvo.
No dejes hambre.
Ni boca.
Ni olor.
Ni sonrisa.

Si me dejas, hazlo de veras,
para que sepa al dejarte,
que me ha dejado la vida.

Pero si decides quedarte
y no sé de mi fracaso,
ni el sol de mi pena.
Si de la puerta hacía adentro
no se conoce tragedia.
Si cualquier cosa que digas,
me resulta inolvidable.
Si en tu pisar, los peldaños
son las teclas de un piano
y trae más lluvia tu boca,
que las nubes de Edimburgo.

Si tú decides quedarte
hasta el otoño confunde si se llama primavera.
Y las perchas de tu armario
juegan por morbo al desnudo,
mientras tu piel se pregunta,
por el color de mis sueños.

Y si se cierran los bares,
que se te abran las piernas.
Y si la noche es oscura,
que sea la luna en tus ojos
la que me robe la sombra.

No encontraré mis heridas,
regaremos con orgasmos las macetas del olvido
y no sabré si hay cornisa más allá de la ventana.

Si te quedas,
sabrán los azulejos del baño
cómo se canta en suspiros.
Y si yo grito tu nombre
por la frialdad de los grifos,
serán tus manos quienes dicten
cuánto calor necesito.

Deja tus huellas.
Tus pelos.
Deja tu luz, sopla el polvo.
Quítame el hambre a mordiscos.
Quiero tu boca y tu olor,
quiero lamer tu sonrisa.

Si te quedas bésame,
para que sepa al besarte,
que estoy besando a la vida.

miércoles, 18 de marzo de 2015

Anónima


Para hablar del dolor,
tengo que remontarme a tu nombre,
ni cicatrices antiguas, ni contusiones recientes.

Tu nombre, frustante,
como una nana para un niño sin sueño.

Para hablar de tu nombre,
tengo que descoserme la boca,
desprenderme del ego,
desnudar el fracaso.
Tengo que llamarte en otro rostro
y que tu recuerdo,
se convierta en incognita indescifrable
de una ecuación de mi cerebro.

Tu nombre, resbaladizo,
como un tobogán tras la lluvia.

Ayer lo escuché desde otra boca,
suave, como si no significara nada,
como si en sus sílabas no cupiera,
toda la vida de un hombre.
Claro que ella no eras tú
y se giró levemente sin notar cuánto peso
soportaba mi pecho en una sola palabra.

Pensé en ti, en tu vida de casada,
en tus manos indecisas calentando biberones,
en tus tacones atrincherados
en el armario de la decencia,
en las abejas marchitas,
del enjambre de tu escote.

Pensé en ti,
tendiendo tu desnudo con pinzas de la ropa,
hablando del clima con tu vecina del segundo,
llorando otra vez después de ver Pretty woman.

Recordé como te mordías el labio
cuando no estabas de acuerdo,
esa manía infernal de dejar las llaves
en cualquier sitio menos en tu bolso,
el olor a mujer de otro que desprendías
cuando te quedabas fija mirando al horizonte,
el perfume a playa de tus muslos
cuando ponías el grito en el cielo
y el cielo en mi boca.


Recordé que besabas al cerrar los ojos,
que solo soñabas si los tenías abiertos,
que cuando mentías se te arrugaba la frente,
que bailabas por el pasillo para no tropezar con mi vida,
que mi vida siempre esperaba que cerraras los ojos
y que tu frente estuviera lisa
después de un te amo.

Y te maldije,
maldije tu cintura de sirena a la deriva,
tu lengua de serpiente,
tu culo brasileño,
maldije tu vientre y su lluvia de lunares,
la pecas de tus pómulos,
las líneas de tus manos.

Tu nombre, grosero,
como una sonrisa en un velatorio.

Y te pensé,
te recordé
y te maldije.
Pero no pude nombrarte,
ni tú hubieras venido.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Inercia

Querida nadie,
a estas alturas de mi vida
imagino que nunca llegarás.

Alguien me dijo una vez,
que conformarse es dormir con el fracaso.
A día de hoy tendría de respuesta,
que agarrarse a una esperanza
es abrazar a la mentira
y solo si eres capaz de soltarla
puedes contemplar la realidad.

Confieso que  a veces ha sido culpa mía,
que en mis ganas de que aparecieras,
te he confundido en otros rostros,
incluso he amado a otras como si fueras tú,
agarrado a un para siempre
que ha parpadeado
cada vez con más fuerza
hasta la oscuridad infinita
de un nunca eterno.

Pero aún así,
deberías saber que lo he intentado,
con la excusa de un flechazo,
he perseguido a mujeres por la calle,
como un voyeur recién salido de prisión,
he pagado copas a rubias de bote,
escrito poemas a morenas de playa,
 besado a casadas por si dijiste que si
en un ataque confuso
 de un sueño de infancia,
donde el blanco de un vestido
podía devorar los grises de la vida.

Y he regalado flores y bombones,
anotado en un círculo fechas importantes,
enumerado estrellas agarrado de una mano,
visto figuras absurdas donde solo había nubes,
esperado trenes que pasaban de largo,
aviones con pánico a la puntualidad,
seguidos caminos con el único deseo
de que no acabaran en profundos precipicios.

Querida nadie,
no imaginas cuantas noches
he ideado un encuentro fortuito,
cuantas mañanas te he buscado
a la derecha del colchón,
cuantas resacas tengo incrustadas en el hígado,
cuantos insomnios de no hallar bien la postura,
cuantos espermatozoides confundidos
por ir en dirección contraria a tu verdadera existencia.

He hecho montones de promesas
que solo podría haber cumplido contigo.
Y he cometido demasiados errores,
te he llamado en otros nombres,
ha girado todo mi  mundo alrededor de otra cintura,
he llorado otras ausencias,
ganado la paz en en otras bocas,
perdido la guerra en otros muslos.

Incluso a veces querida nadie,
he dejado de echarte de menos
y he sido feliz sin ti.
Diciéndole a otras mujeres
el tiempo que llevaba esperándolas
como si por fin tú querida nadie
hubieras llegado a mi brazos.

Ahora estoy seguro que nunca fue así,
que no hemos sido capaces de encontrarnos,
que yo estoy solo y tú tal vez
con el hombre equivocado.

Y si vienes,
si alguna vez apareces en mis días
con esa seguridad entre los labios
del por fin y el para siempre,
tristemente querida nadie
a estas alturas de mi vida,
ya ni siquiera me queda amor
para creerte.

martes, 3 de febrero de 2015

Días de clase

1


Martina tiene la mirada tan verde,
que a veces la primavera
comienza en un parpadeo.

Está sentada a mi izquierda
a dos pupitres de distancia.
Nació en enero,
por eso es la chica más alta de la clase.

Una vez le escribí un poema,
trataba de una nube con forma de corazón,
que se enamoró de ella
y se le metió en el ojo.
Yo tenía que soplar para apartarla.
No volvió a llover en diez semanas.

Nunca se lo di,
supongo que me gustan demasiado los charcos.

Martina odia salir a la pizarra
y que la llamen Marti.
Yo nunca la he llamado Marti,
en realidad, yo nunca la he llamado.
No sabría que decir después de su nombre
y no quiero que piense que soy idiota.

Dice mi padre,
que es mejor parecer idiota
que demostrarlo.

Así que por si acaso,
la dejo con la duda.


2

La clase es pequeña,
somos trece chicas y trece chicos.
La profesora que está aquí ahora
se llama Carmen y nos enseña geografía.

Sabe donde están todas las ciudades,
las montañas, los ríos, los países
pero nunca ha encontrado el amor.

Mi madre dice,
que las personas mayores que están solas
es porque nunca han encontrado el amor.

- Si tu sabes donde está, porque no se lo dices. Le dije.
Ella rió.

Cuando mi madre se ríe,
es como si alguien
me hiciera cosquillas a mí.

Carmen está señalando con una regla
ciudades que hemos oído en algún telediario,
yo he mirado a la izquierda,
a Martina
y he sentido de golpe que yo para hallar el amor
tal vez no tenga que buscar demasiado.

3

Sergio es el niño más malo de la clase,
la última vez que pisó un recreo
yo podía decir mi edad
usando una sola mano.

Fue él quien me dijo muy serio:
- He descubierto que los reyes magos son mis padres.

Yo los miré una mañana antes de entrar en clase
y me convencí de que aquellos dos señores,
no tenían nada de magia.
Ni de reyes.

Aún así me gusta estar con Sergio,
aunque diga que Martina será su novia,
o que no hay nada tan absurdo
como decirle adiós a los aviones.

A veces incluso hago alguna travesura
para que me castiguen junto a él.

Sofía la directora me metió en su despacho.

- Hay dos caminos,
uno lleva al destino malo
y el otro al bueno.
Tú vas por aquí.
Dijo señalando una línea invisible con el dedo.
- Por el malo
y yo estoy aquí en el bueno.
Aún estás a tiempo de darte la vuelta.

Pensé que no podía ser tan bueno ese camino
si estaba ella dentro
y antes de seguir por el mío
tuve una duda.

¿ Cual de los dos escogerá Martina?



4


La mochila pesa más que cualquier lunes.
A la salida de clase
siempre me coloco cerca de las chicas
por si alguna se cansa.

No es que me sobre la fuerza,
es que me falta atención.

Martina siempre va con Paula,
es su mejor amiga,
ríen a la vez,
cantan a la vez,
bailan a la vez.

Lejos de ella Paula es bonita
pero a su lado desaparece.
Le pasa lo mismo a todas las chicas,
también a las cosas.
La pizarra,
las sillas,
la directora,
el peso de la mochila.

Supongo que a su lado están todas esas cosas
que nadie encuentra en el momento oportuno.
Sobre todo el amor.


5
David es el chico de la última fila,
el de gafas,
el gordito.
Casi siempre nos metemos con él.
En realidad yo solo me río
aunque supongo que es lo mismo.


Ayer lo invité a mi cumpleaños.
- Tendrás que comprar una tarta
solamente para él.
Ha dicho Sergio.

A mí lo que me gusta de las tartas,
es soplar las velas y pedir el deseo.
Y odio la canción de después.

Mi madre dice que nunca, nunca, nunca,
se puede confesar el deseo
o no se cumple.
Aunque imagino que a estas alturas
ya todos lo sabéis.

domingo, 4 de enero de 2015

Un domingo de tantos


No tengo nada de lo que escribir,
llevo sentado en este folio en blanco
una hora y media.
No ha venido ni una sola chica a decirme hola,
tampoco adiós.
Hay que reconocer que siempre he sido mejor poeta
en las despedidas.
Pero ahora no hay nadie que pueda despedirse de mí,
porque no hay nadie que haya venido a quedarse.
Va a ser difícil escribir este poema.

No me gusta el blanco.
Cierta chica decía que ella se casaría de blanco,
que cuando yo me muriera,
(porque yo era tan buen hombre que me moriría antes que ella)
se vestiría de negro
y que entre nuestra boda y mi muerte
me dejaría siempre escoger el color de sus bragas.

Luego se marchó antes del blanco
y lo dejó todo negro
y el color de sus bragas me importó tanto
como la vida de una mosca en Ucrania.

En fin, que aquí estamos este folio en blanco y yo.
Es domingo. Enero. Y no hace frío.
He visto a Sandra Romain abierta de piernas
en una escena lésbica,
a veces me gustaría ser mujer,
aunque cuando pienso en los hombres
las ganas se me pasan enseguida.
He ido a darle dos besos a mi madre,
he mirado allí mi libro,
va por la misma página desde hace un mes.
Supongo que no me lee
porque me desconoce metido en una jaula
de palabras malsonantes.
Hace bien.
Me ha sugerido que me afeite,
que ninguna mujer va a querer besarme si pincho,
le he dicho que es la moda de ahora.

- ¿No besarte es la moda? Pues está durando mucho hijo.
- La barba mamá, la barba.
Ella ha sonreído y me ha besado.
Como si no fuera mujer.

Ya no está tan blanco este folio.
Aunque no creo que pueda llamarse poema.
Rara vez se llamar a las cosas por su verdadero nombre,
a ella la llamaba gordita,
a mis "amigos" por sus apodos,
al amor sexo,
al sexo placer,
al placer risa,
a la risa como ella
y a ella gordita.
Así sucesivamente.

Y a mí ni siquiera me llaman,
ni yo me nombro
no vaya a ser que responda
alguien al que odio.

Ya ha anochecido,
lo mejor de la tele cabe en un anuncio de colonia,
Charlize se descalza y sube por un telón dorado
ignorando que el futuro es ella misma.
Imagino que huele a despedida.

Y sigo escribiendo.
Alejándome de este blanco que me recuerda
que una vez estuve a punto de casarme
y que ahora no puedo morirme antes que ella
sobre todo porque ella
ya se murió
y de eso por suerte
hace ya muchos versos.

Y demasiados blancos.